Si tuviéramos que narrar cuál es la historia de las historias tendríamos que ir una y otra vez a los grandes libros de la humanidad: la Ilíada, Beowulf, el cantar de los Nibelungos, el Mio Cid. ¿Acaso no está allí el corazón de las series online? Desde esta perspectiva, el hombre y la mujer rodearon un fuego para narrar sus propias aventuras y las de sus pueblos. Y en esas historias que se contaban están contenidas, por su estructura narrativa, las series online. Si querés ver series entrá acá.
Pero la literatura llegó también por series recién en el siglo XIX con el auge del folletín. Esto fue en el contexto del nacimiento de los medios masivos de comunicación. La identificación de sus lectores frente a los personajes y el seguimiento de la trama fue algo típico de las novelas por entrega.
Y después, vino el cine. Pero para que el cine fuera cine tuvo que pasar de una simple documentación de hechos concretos a una especie de “teatro filmado”, aunque fue el boom de la televisión, a mediados del siglo XX, que marcó el paso: las historias ya no serían narradas de comienzo a fin sino que “continuarían”, al igual que el folletín del siglo anterior. Así, las series estarían contenidas en un tiempo y en un espacio determinado, dando lugar a diversas narraciones contenidas en una historia mayúscula.
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Las primeras series intentaban gustar a todo el mundo. Las cadenas de televisión eran financiadas con publicidad, con cortes en la mitad de los programas, por lo que el éxito comenzó a medirse según la cantidad de televidentes.
La primera serie de éxito fue una sitcom (comedia de situación) llamada “I love Lucy”. Bonanza fue una serie western que se emitió entre los años 1959 y 1973, y logró dos cosas: introducir capítulos de una hora de duración, y ser emitido en color.
Para esos años comenzaron a surgir algunas series con búsquedas un poco más interesantes desde el punto de vista artístico y con temáticas que ponían en discusión problemáticas de la época: una mujer soltera y con un trabajo profesional, el tabú de la homosexualidad, etc.
Años ochentas
Para aquella época, comenzaron a surgir series con presupuestos muchísimo más altos, como por ejemplo, Miami Vice, patrocinada por Ferrari. Por otro lado, las experiencias artísticas se profundizaban en este formato, como fue el caso más enigmático de la época: Twin Peaks. David Lynch logró generar un público fiel a su propuesta incluso muchísimos años después de los primeros capítulos de esta serie, que tuvo su continuación en 2017.
Años noventas
En los años noventas las grandes cadenas de televisión decidieron buscar un valor agregado: series que realmente agradaran a sus televidentes, con tal de que pagaran por aquello que estaban viendo. De allí, surgieron clásicos como Los Simpsons o X-Files. El público que estaba dispuesto a pagar es el mismo que luego decidió pagar por las series online.
La gran triunfadora de las cadenas televisivas fue HBO, brindando una calidad inigualable con propuestas como The Sopranos, Six Feet Under o Sex and the City. En todas estas series estaba el fan de culto y la calidad artística.
La llegada de Internet
Lost abrió un camino que había iniciado X-Files, y congregó a sus fanáticos en foros, páginas y redes, y fue el comienzo de un fenómeno que se extiende a pasos de gigante. Las producciones actuales de series no son para nada un género menor. Hoy en día ya no dependen de la televisión y su unidad estructural ya no es el capítulo sino la temporada.
Fenómenos transmedia, series online y poder
Anterior al fenómeno de los contenidos transmedia, las corporaciones del entretenimiento proponían contenidos que sedujeran de una manera efectiva, creando experiencias mucho más mainstream. Esto quiere decir que la idea de que “hay para todos los gustos” era irreal, y se tendía a unificar el criterio, y volver sus contenidos a etiquetas y estereotipos. Funcionaba allí una característica básica: el stickiness (es decir, la adhesividad). Pero en el nuevo paradigma, los contenidos se expanden y se dispersan a varios medios y diversas plataformas, donde las experiencias se diversifican.
Para sobrevivir, los medios y las nuevas plataformas de difusión deben buscar continuamente nuevas estrategias de supervivencia, en un paisaje en el que los consumidores no sólo consumen sino que también generan contenido. Basta ver el fenómeno de las redes sociales y el alto impacto de las transmisiones en vivo, el armado de pequeñas historias que narran la vida cotidiana, y la multiplicación de imágenes que se derrama por una red que parece infinita.
Por eso, en este contexto, las corporaciones deben preguntarse: ¿quién es la audiencia? ¿Qué está esperando? ¿Qué desea? ¿Cómo? El público está completamente diversificado y las series online se han convertido en una aventura tan grande como clickear en el mensaje que provee Google de “voy a tener suerte”. Las elecciones son infinitas. La oferta es tan grande como la demanda.
Frente a la cultura del Do it yourself, propia de los grupos punks organizados de los fines de los años setenta, y reactualizada en clave contemporánea, hay un mundo de super-producciones que crecen a diario a través de su valor agregado: la creatividad per se. Entonces, si bien los límites entre la producción cultural de las industrias y la de los fans colisionan en alguno de sus puntos, también a veces existen zonas de cooperación.
Lo cierto es que la democratización de los medios culturales de producción genera un choque frente a ciertas estrategias de dominación del mercado, y la complicidad de los grandes operadores del poder mediático.